jueves, septiembre 04, 2008

jardín de los hambirentos

"Me vi a mí misma sentada en la bifurcación de ese árbol de higos, muriéndome de hambre sólo porque no podía decidir cuál de los higos escoger. Quería todos y cada uno de ellos, pero elegir uno significaba perder el resto, y, mientras yo estaba ahí sentada, incapaz de decidirme, los higos empezaron a arrugarse y a tornarse negros y, uno por uno, cayeron al suelo, a mis pies."
(Esther, "La campana de cristal")


Esther, como una bailarina de porcelana en una cajita de música Su reflejo se repite ad infinitum. Su encierro esta hecho de cosas intangibles, está hecho de palabras que cortan como vidrio, de preguntas sin respuesta. Su encierro es tan antigüo y misterioso como una leyenda. El dilema del arbol de higos es esa leyenda originaria. En una época que ya nadie recuerda, un arbol santo, originario se erguía con voluptuosa magestuosidad ante sus ojos, con sus frutos dorados y refulgientes al alcance de la mano. Cada breva dulce como una gota de miel encerraba un misterio único e irrepetible. Cada elección era una resignación, una puerta que se cerraba brutalmente dejandola a ella del otro lado, una pregunta que la volverá loca durante el resto de su vida
¿Se puede estar en dos lugares distintos al tiempo? ¿Se puede estar en dos tiempos distintos pero en el mismo lugar? Escribir es partirse infinitamente, intentar abrazarlo todo. Escribir es la respuesta a una pregunta que nadie se ha hecho ¿Se puede tener algo sin tenerlo? ¿Se puede no tener algo aun teniendolo?

Esther espera. Toda su vida es aquel instante que se repite. Ella sentada, al pie de un árbol de higos sin saber que hacer. Nada hay que recuerde antes, demasiados caminos para un posible-imposible después. Siente, una serpiente recorriendo minuciosamente sus entrañas. Su mente atascada en el reflejo azul refulgiente de un cristal, en el sonido sordo de una campana que anuncia quien sabe que oscuros presagios. Mientras las dulces, dulcicismas brevas caen y se pudren ante sus ojos, y todo el valle incandecente se infesta de hormigas y abispas y gusanos negros y toda clase de alimañas siniestras que surgen
para devorarlo todo

Como un animal ingenüo y pequeño que ha caído en la trampa de un oscuro cazador. Esther ha caído en la trampa. Los frutos de éste arbol nunca podrán alimentarla. Quizás algun dia despierte y se abalance sobre ellos como una fiera hambrienta por siglos. Uno por uno los probará a todos, y verá como es que que son como una bolsa de agua. Comerá hasta volverse loca de hambre, y entonces ya no habrá mas higos a su alrededor. En su recuerdo los sabrá deliciosos, dulcisimos, pero será solo un recuerdo de algo que nunca ocurrió, como el pasado originario de un pueblo. Los higos de aquel árbol sin sabor, calman la sed, mas hacen crecer al hambre con cada mordida. Y aunque una tras otra devorara su magra carne y losarrojara al suelo, en un acto de erógena putrefacción, no habría fruto alguno que la satisfaga . Como todo animal que llega a este mundo, para desvanecerse de hambre, Ésta podrá ser su primer noche de cacería. Pero no será la última y en ninguna habrá mas luz yen ninguna dejará de sentir miedo.

Y cada higo es un un arbol posible esperando crecer, cada arbol monstruoso, otros miles de higos, de arboles, posibles-imposibles.Pero ningún higo, ningún árbol será el suyo
¿Que nos queda Esther? Hacer el sacrificio de los pobres y los exhiliados, seguir a pesar del hambre, a pesar del frío, a pesar de la soledad que es la única manera de seguir cuando se ha comprendido. Somos Esther como una manada de animales perdidos, en busca de un territorio que no existe. La campana de cristal es tan ancha comoel tiempo y tan alta como el cielo, y no se quiebra aunque te sangres las manos, la garganta, no se quiebra, simplemente no se quiebra. Escribir, escribir es lo que queda, porque las palabras, son una dulzura que se mastica siempre y no se traga, un fruto mas real que cualquier otro, el único alimento en este mundo acampanado que al menos no hace crecer al hambre.

Un arbol dorado enfrascado en una campana de cristal. Una bailarina de porcelana al pie de un arbol enigmatico, una existencia atapada en una prisión tan frágil y a la vez tan podersa. Montones de higos, comer no tiene sentido para los muñecos que habitan una caja de musica. La soledad Esther, es un sueño que no se aleja con el despertar. No es la ausencia temporal de alguien. Es la presencia constante de nadie.