martes, diciembre 07, 2010

cartas desde más allá del mundo (II)

IV

Y entonces la sensación mas horrible que al menos yo pudiera describir. Mas horrible que el dolor, que el padecimiento físico, que la soledad, porque en la soledad por lo menos se extraña y se desea a alguien que no llega. La sensación de la que hablo es no extrañar, es sentir que no hay nadie, es no esperar a nada y a nadie, es sencillamente no esperar. Es sentir que el mundo todo, con sus trenes y sus barcos, sus autopistas y sus avenidas, peatones viejos, jóvenes y niños, los semáforos, las bocinas, los periodicos, los tramites, las marchas y las contramarchas, las luchas, la sangre derramada, la sangre que corre secretamente como un rio debajo del asfalto, todo, esta adentro de una botella, que flota sin rumbo en un inmenso oceano, tan inmenso como el universo. Y entonces ¿Qué queda? Aceptarlo. Esta botella es mi mundo, allí las personas que sufren, que sienten, aquí yo que no puedo estar afuera, en el mundo imaginario de los dioses o de los simples hombres que en el otro mundo, arrojaron al oceano esta botella que es el nuestro. Y lo que la gente siente alrededor mío, es real su sufrimiento, es real mi sueño de hacer algo para que ese sufrimiento sea menor ,es real mi propio deseo de no sufrir, de ser feliz. Y aunque la realidad sea una botella que naufraga en el oceano, sigue siendo un mundo, con su propia historia, y yo sigo siendo otra historia tanto mas pequeña, que necesita vivirse y escribirse a si misma

V

Acumulo

Polvo

Grietas

Latas

Libros

Palabras

Silencios

Contemplaciones:

El vaiven de los mares

Y los trenes

Acumulo rechazos

Retazos

Ropa recien limpia

Paisajes

Aire sucio

Sufrimiento

Pequeñas victorias

Cansancio

Besos accidentales

Diplomas

Diagnosticos

Pronosticos reservados

Declaraciones imprudentes

Acumulo lagrimas

Y lagañas

Acumulo canciones

Palabras

Poemas

Y miles de historias que nunca voy a poder contar

Acumulo pero sé

Que al final del camino

Tendré que arrojarlo todo a la hoguera

Y arroparme en la oscuridad

Para morir

Verbo tan infinitivo

Tan infinito.

VI

Prefiero la incertidumbre. Nunca crei poder escribir algo asi pero es cierto. Hay quienes lo darian todo por conocer el futuro. Por saber que amores, que fracasos, que victorias, que celebraciones y que funerales. Yo prefiero no saber nada de nada. Quien sabe su futuro no puede más que esperarlo cada día con impaciencia, sabiendo que es inevitable. Yo simplemente paso de tal poder. Me basta con la misma certeza que todos tenemos e intentamos olvidar. Que la incertidumbre haga el resto.

VII

Amor. Rara vez escribo esta palabra y sin embargo, ahora otra vez delante de mío en la pantalla. La releo una y otra vez. Amor. amor. ¿Y que se supone que debiera sentir? Intento atravesar una salvaje mezcla de sensaciones. De recuerdos pisados, polvorientos. Animales disecados, capas de polvo tan gruesas como una pared. Y del otro lado el amor, sea lo que sea. Podría ser cualquiera, tener cualquier rostro, cualquier voz. Y entonces, tanta inmensidad, tanta potencialidad, tanta incertidumbre me da vértigo, nauceas, si cada camino puede andar, si cada historia podría ser la verdadera, si todas al mismo tiempo podrían serlo ¿Como saber en donde detener la larga marcha?

En realidad, el dilema es más sencillo que eso. Pienso en la muerte. Pienso en la nada, en la no existencia, en un sueño imposible de ser soñado y sin despertar. Me invade la más absoluta angustia. Cada músculo de mi cuerpo se contrae, se llena de agujas y clavos. Mis dientes se aprietan entre sí, cada fibra de mi mismo se niega a aceptar lo innegable. Pienso entonces en todo lo contrario. Allí esta el amor, esa es la sensación exacta, inmensa, detrás de la cual todos vamos inevitablemente. La pregunta que queda pendiente no es a donde quiero llegar. La pregunta es el como.