viernes, septiembre 22, 2006

Entre el espanto y la locura

I

Yo los veo, y ellos me ven. De a cada uno y uno de a cada, se eclipsan, tantos miles que me paladean por un instante y me suspenden en sus retinas solo por un colgajo blancuzco, tan delgado, tan desmoronable.
Luego parpadeo, luego sangre y tripas y un cuerpo que se consume y vidrios rotos. De pronto soy la nada, el aire blanco, vacío en sus inconcientes. ¿En que habrán pensando por ese momento solo? ¿Creerán que soy un loco, un pelotudo metafísico un me-hago-el-que-escribe yo y este cuaderno (introspección redentora) en mi regazo y la birome que vuela a ras del blanco hacia ningún punto? Yo los veo y ellos me ven, pero detrás de cada cáscara se esconden los fantasmas, las postales más secretas, miserables mas humanas ¿Cuántas carcajadas siniestras se habrán esbozado en sus semblantes mudas? ¿Cuantas veces se habrán aferrado en sueños Demenciales, al rostro, el sexo, el aura misma de una diosa infante?
Lugar común otra vez.
La ventana, el túnel, la luz de la estación que nunca es destino, los auriculares blindados, la hipnosis, el estremecimiento de lo cotidiano por exceso. El insomnio y la costumbre repetidos. “Me contaron que bajo el asfalto existe un mundo” Dicen que dicen que andan diciendo. Voces y Ojos, Manos y Cuerpos, en carne viva. Se buscan se encuentran, se vomitan mutuamente en un asco febril. Se desandan, se tocan y se chupan con locura en espejos de colores, en un cuartucho de hotel inventado, en un parque invernal hasta que la noche y el ruido, hasta que Buenos Aires, y el frío y las ganas del hogar ignoto. Y así se van, perdiendo entre los cables y los puentes, confusos y sombríos. Intentando, inventando, resurgiendo. “Life is hit and miss” ¿O no? Al fin y al cabo de una forma u otra o ninguna, ellos son, e inducen, a ser, a no ser (Ellos u otros cualquiera eh) ¿Y Cuantos además se hundirían a diario también, por el sádico placer de verse desde afuera desganados, en la mierda mas profunda de ser casi nadie, ensayando para no creerse, entre el espanto y la locura…?
El odio
.

II

Como aquel vendedor de flores (por ejemplo) Que me mira, me busca, y me llama casi impercepttible, como por telepática resonancia. Lenguaje epidérmico, me encuentra al fin en los ojos vacíos
Inconsciente satisfacción de aquel que nunca, me sonríe y me enseña en una maceta de prisa y arcilla taciturna una flor. Casi viva, pero tan casi muerta. Y es esa patética agonía un mínimo tan mínimo de vida, de belleza mutilada. Como aquella muerte en los ojos de aquel vendedor, como el cielo plomizo de la ciudad y sus palomas espectrales. Le digo que no(que no nunca tengo monedas ni bolsillos) que no(que ya me bajo, aunque no se si eso es realmente cierto) que no(porque el papel me exige el color de lo que pasa) que no(porque la flor esta muerta y yo ya no guardo en mí, jardines de piedra donde inhumarla) Que no gracias(nunca me cayeron bien las flores). Cierro la mirada, un parpadeo y es pasado. Su sangre me mancha un poco mas las pestañas pero no importa. No hay espacio para que importe.
Fin del recorrido. Camino hacia la puerta y los miro como por última vez. En la estación una chica se corta la garganta raspando una vieja guitarra. Parpadeo esa música naranja y verde ese litoral de cemento y humo, y me siento libre de nuevo, por un rato. Como quien golpea al espejo, y con las manos empanadas en rojo escribe, el punto final de otro capitulo diario, en las paredes del cuarto, en las ventanas del colectivo imaginario entre los pies cansados y los periodicos viejos de mañana, por la tarde.

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