miércoles, septiembre 05, 2012

Uno

Me sulfuran los desencuentros, hasta ponerme como una roca volcanica o la punta de un cigarro. Cada historia que no fue, que ya no es posible, me provoca una urticaria tan grande que no me alcanzan de la casa todos los tenedores, los lápices ni las llaves para rascarme. En los labios, la lengua, el paladar y las encías, me ha salido una ampolla invisible por cada beso que no pude robar. Y entre las manos, el tacto de cada mujer que imaginé entre las manos, es como llevar en andas para siempre a fantasma-gelatina, viscoso y muy frío.

Recuerdo perfectamente, como si recién me hubiesen sucedido, cosas que en verdad nunca ocurrieron. Rostros que apenas me deslumbraron un instante, y luego se esfumaron en la multitud, como máscaras de un carnaval siniestro.  Yo me he acostado con cada uno de esos rostros de mujer, yo he despertado entre fascinado y horrorizado al día siguiente, para descubrir las marcas de la ausencia en el colchón. Yo soporto entre las costillas la puñalada parsimoniosa de todos esos recuerdos, de todas esas imaginaciones. Yo me he muerto tantas veces en el recuerdo, que cada vez que vuelvo a vivir es como una gran celebración.

¡Oh de de vivir estos años mozos con la memoria de siglos enteros de instantes casi-ocurridos! ¡un millon de veces, siempre casi! Oda de los bardos, a las miles de personas que despedí en los aeropuertos antes de conocerlas siquiera. A las miles de historias que me transcurrieron hasta escurrirme, en la voz de un narrador extraviado. Brindo a la salud de la mas sorprendente de las fantasías, esta realidad -hojalata, esta realidad -harapos, esta realidad basurero de la memoria.

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